De joven aprendí que en la amistad, en la familia y luego en el matrimonio nunca romper la cadena (lazo, listón, hilo o vínculo ) que nos une.
Una vez roto este, no hay soldadura, nudo u otra cosa que lo vuelva a remendar.
A veces las circunstancias como la distancia y el tiempo rompen el vínculo.
Lo que queda después de la ruptura generalmente es la indiferencia.
Peor que ser odiado, es no existir para con quien tuviste ese lazo.
Ya no voy a gastar una sinapsis neuronal para contigo.
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