Dos días antes de casarnos, mi esposa y yo no habíamos confesado. Fuimos a la Catedral para hacerlo. Cuando Ania se acerco al padre a solicitarle nos confesara, este la ha dado una santa podorriza y la dejo en lágrimas. Le reprimió por que lo dejamos para al último momento.
Lo irónico es que sentados en las bancas de la Catedral podíamos oír alto parlantes a los Hermanos Separados invitando a unirnos a su templo y religión al frente en la plaza.
Al día siguiente acudimos a la parroquia del Sagrado corazón para confesarnos. Afortunadamente nos topamos con una monja y esta nos aconsejó solicitar una entrevista con el párroco, le dijéramos estamos por casar, solicitar sus conejos ya antes de salir solicitarle nos confesara. Eso hicimos, funciono, nos confesó.
Lo que no se me olvida es la muy bella platica de lo que seria la vida matrimonial. En específico recuerdo que si alguna vez viera una mujer muy hermosa que no fuera mi esposa, le diera gracias a Dios por todas las mujeres bonitas en su creación, pero que la mujer que yo había escogido estaba frente a mí.
A veces veo a mujeres muy atractivas, recuerdo al padre, y pienso ella debe ser “la nena de alguien”. Lo hago sin lujuria o envidia, solo pienso que ella hace muy feliz a algún güey (jajaja).
¡Felicidades, hermano!
No hay comentarios